SENDAS DE OKU- MATSUO BASHO



Sendas de Oku, ese viaje fascinante escrito por Matsuo Basho, considerado uno de los más grandes poetas del Japón y maestros de haiku. El nombre original de este recorrido lleno de poemas es “Sendero de las profundidades” si se traduce el nombre original OKU NO HOSOMICHI. Más tarde fue traducido al español por Eikichi Hayashiya por petición del poeta y escritor Octavio Paz en 1956. Me encanta ver cómo el poeta en esta obra nos lleva a pensar en las profundidades de las tierras del territorio japonés pero también, por qué no, mirar las profundidades de nuestro ser, (tarea del poeta). 

Cuando leía no pude evitar pensar en el poema del griego Cavafi, Ítaca, haciendo la salvedad de lo diferente que escribían, pero la idea de observar la ruta, ver el camino recorrido, los deseos que se presentan en el camino, la idea de desistir, también de continuar, los castillos reales e imaginarios, el dolor y la alegría, los compañeros de viaje y uno mismo, me llevó a recordarlo o quizás sea porque ando trabajando en un taller de memoria y escritura y con este poema abro el taller. No sé, pero también pensé en ese viaje. 

“Los meses y los días son viajeros de la eternidad. El año que se va y el que viene también son viajeros. Para aquellos que dejan flotar sus vidas a bordo de los barcos o envejecen conduciendo caballos, todos los días son viaje y su casa misma es viaje. Entre los antiguos, muchos murieron en plena ruta. A mí mismo, desde hace mucho, como girón de nube arrastrado por el viento, me turbaban pensamientos de vagabundeo. Después de haber recorrido la costa durante el otoño pasado, volví a mi choza a orillas del río y barrí sus telarañas. Allí me sorprendió el término del año; entonces me nacieron las ganas de cruzar el paso Shirakawa y llegar a Oku cuando la niebla cubre cielo y campos. Todo lo que veía me invitaba al viaje; tan poseído estaba por los dioses que no podía dominar mis pensamientos; los espíritus del camino me hacían señas y no podía fijar mi mente ni ocuparme en nada. Remendé mis pantalones rotos, cambié las cintas a mi sombrero de paja y unté moka quemada en mis piernas, para fortalecerlas. La idea de la luna en la isla de Matsushima llenaba todas mis horas. Cedí mi cabaña y me fui a la casa de Sampu, para esperar ahí el día de la salida. En uno de los pilares de mi choza colgué un poema…” 

Traducción de Octavio Paz. 

Es nuestro deber darle sentido a las horas que se convierten en el tiempo que marca nuestros relojes biológicos. Andar, sí, pero en plena conciencia del camino y de nuestro dialogo interior.

Una entrada más para esta bitácora que muchas veces me llama.

Susana Jiménez Palmera. Un abrazo en el aleteo amoroso de la poesía, siempre de la poesía.