En una época todos los caminos me llevaban a los poemas de Alajandra Pizarnik o a la vida de Frida Kahlo. Hoy todavía me sucede cuando cierro los ojos al mundo exterior y quiero sentir una voz cercana. Los que me han leído saben que creo en los sueños que se construyen, en la mirada que puede desatar nudos, en la voz interna que te permite volar lejos y desdibujar fronteras.
Hace unos días me fui a México a cumplir una promesa y a caminar por Coayacan hasta llegar a la casa azul.
Llego
con tus palabras aprendidas
y
tus pinturas asimiladas,
llego
a tu casa, esa que he recorrido
desde siempre.
desde siempre.
Con
la ilusión de vestir mis días
de azul amor, de electricidad,
de azul amor, de electricidad,
tu
definición de este color.
Pero
no estás, te has ido Frida
aunque
tu voz tiembla en el aire
y en
las piedras de este patio
que
retienen tus pasos y el dolor.
Aquí
te descubro, te vivo
y me
cobijo en tu singularidad,
en tu fuerza que resume la belleza.
Me traigo una fotografía del espejo
que tenías en el techo de tu cama.
¿Qué veías, te mirabas?
La tendré cerca para construir imágenes,
intentando ponerle palabras,
reconociéndome en el cuerpo
que me muestra el espejo
y que algunos días me dice
que no soy nadie.
Yo seguiré, como tú,
manchando de imaginación
la realidad. ©
A FRIDA, ella que es poema porque siempre estuvo en lucha con ella misma, volando…
El patio donde perseguía lagartijas
Transformó el dolor y el sufrimiento en arte
El espejo en el techo de tu cama
Tus cenizas en una urna pre-hispánica con figura de sapo-rana como llamabas cariñosamente a Diego. Se puede decir que descansas en él.